Yo entiendo que la mar quiera ser cielo.
Desde su verde corazón asoma
un ansia soterrada de paloma,
un espumoso frenesí de vuelo.
He visto al mar lunático, en desvelo,
hacerse escala y ala, hacerse loma;
pero, atado a la luna y a la maroma,
el mar es suelo, blando, pero suelo.
Acaso en su niñez cuando grumete
le colgaran a un ala la pesada
cadena que ahora arrastra y el grillete.
Por eso su impotente marejada
juega a ser cielo azul, ya resignada,
con estrellas y luna de juguete.
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